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5 razones para creer en Dios. #1: La primera causa

Sabemos que en nuestra religión existen muchas cosas que creemos por fe: la doctrina de la Trinidad, la virginidad de María, la presencia de Cristo en la eucaristía, etc. Sin embargo, a la hora de dialogar con personas que piensan distinto, muchas veces es necesario y posible ir más allá y proveer una base racional para muchas de nuestras creencias. La fe y la razón, como dijo alguna vez San Juan Pablo II, son “las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad”. Dios, que creó el corazón del hombre y sabe cómo llenarlo y hacerlo feliz, también es un ser racional y puede llenar esa sed de verdad que tiene el hombre.

Por esta razón, en New Fire nos hemos propuesto escribir una serie de artículos sobre las razones filosóficas para creer en Dios. Esperamos que sirvan para poder profundizar racionalmente muchas creencias y que podamos cumplir nuestro deber de “estar siempre preparados para responder a todo aquel que pida razones de su esperanza”. (1 Pe 3,15)

Argumentos

La primera razón que expondremos en esta serie de artículos para demostrar racionalmente la existencia de Dios, consta de tres argumentos, distintos en sus premisas, pero que llegan a la misma conclusión.

EL PRIMER ARGUMENTO

Es el llamado del “primer motor” o la primera de las cinco vías de Santo Tomás de Aquino, tomada de Aristóteles, para demostrar la existencia de Dios. Va más o menos así:

Vemos que en el mundo hay movimiento (cambio).

Todo lo que se mueve es movido por otra cosa. Nada que no se mueve (pero puede moverse) puede por sí solo comenzar a moverse. Y esta cosa que mueve a otra cosa, a su vez tiene que ser movida por otra cosa. Ej: una piedra que es movida por un bastón, que a su vez es movido por una mano.

Sin embargo, no se puede retroceder indefinidamente en una serie infinita de cosas que mueven otras cosas, puesto que nunca se llegaría al “primer motor” que puso en moción todas las cosas en primer lugar.

Por lo tanto, es necesario llegar al primer motor que no es movido por nada.

A ese primer motor, lo llamamos Dios.

EL SEGUNDO ARGUMENTO

Es conocido como el de la “causa eficiente”, y es la segunda vía de Santo Tomás. La desglosamos a continuación:

Todo efecto tiene una causa eficiente, y no es posible que un efecto sea causa de sí mismo.

No se puede retroceder infinitamente en las causas eficientes, porque no existiría una causa primera.

Por lo tanto, hay que admitir la existencia de una primera causa eficiente.

A esta primera causa eficiente la llamamos Dios.

El término “causa eficiente” se refiere, en la filosofía aristotélica,  al agente que produce un cambio. Ej: un carpintero construyendo una mesa. Aunque el martillo del carpintero podría ser la “causa material” de la mesa, la “causa eficiente” sería el carpintero. Para este argumento, Dios sería la causa eficiente que creó el universo sin tener causa material (dado que se creó el universo físico ex nihilo, “de la nada”, sin haber existido antes ninguna realidad física).

EL TERCER ARGUMENTO

Procede de la filosofía medieval islámica, y es conocido como el argumento cosmológico kalam. Este argumento ha sido profundizado con los hallazgos científicos que se descubrieron en el siglo XX.

Todo lo que comienza a existir tiene una causa.

El universo comenzó a existir.

Por lo tanto, el universo tuvo una causa.

El punto que ha sido más controversial en este argumento, incluso desde la Edad Media, es el de “el universo comenzó a existir”. Hoy en día, con el desarrollo la Teoría del Big Bang, la Segunda Ley de la Termodinámica y otros descubrimientos de cosmología cuántica, parece haber un consenso en la comunidad científica de que lo más probable es que el universo comenzó a existir hace aproximadamente 14 billones de años. Esto significa que el universo no es eterno, no ha existido siempre.

Sin embargo, esta premisa no depende únicamente de los descubrimientos de la ciencia moderna. Es posible demostrar este punto si apelamos a la lógica. Imagina si te dijera que te voy a dar un regalo, pero antes tiene que pasar una cantidad infinita de tiempo. ¿Cuándo te daría el regalo? ¡Nunca! Usando esa misma lógica, es imposible que el pasado sea infinito, porque entonces nunca llegaría el momento presente. Pero el momento presente sí llega, y hay cambios constantes que observamos en el universo. Por lo tanto, el pasado tiene que ser finito, el tiempo tuvo que haber comenzado, el universo no puede ser eterno.

Ya demostramos filosóficamente que el universo tuvo que tener un inicio y por lo tanto una causa. Ahora, dado que nada puede ser causa de sí mismo, nada dentro del universo puede ser la causa del mismo universo, sino que su causa debe de estar más allá del espacio-tiempo del universo. Por lo tanto, la causa del universo debe ser inmaterial, fuera del tiempo y del espacio, trascendente, eterna (no causada por nada) y todopoderosa. A esta causa la llamamos Dios.

Los tres argumentos anteriores parecen decir lo mismo, pero en realidad todos parten de consideraciones filosóficas distintas. El primer argumento proviene del concepto de Aristóteles del cambio en el mundo como movimiento. El segundo parte de la noción de Platón de las causas eficientes. El tercero necesita un modelo del tiempo y una concepción filosófica en la cual es posible demostrar que el universo tuvo que haber tenido un inicio. Sin embargo, todos proceden más o menos de la misma manera y todos desembocan en lo mismo: la existencia de una causa no causada, que causó todo. Ahora veremos algunas objeciones que se suelen presentar contra estos argumentos.

Objeciones

¿Quién creó a Dios?: Si todo lo que existe tuvo que tener una causa, entonces ¿quién causó a Dios? ¿Por qué no se le puede aplicar a Dios el mismo principio que se le aplica a todo el universo?

Respuesta: El argumento no menciona que “todo lo que existe tiene una causa”, sino más bien que “todo lo que comienza a existir” o “todo efecto” tiene una causa. Este “primer motor” o “causa no causada” tiene que ser necesariamente eterno, o sea que nunca comenzó a existir, sino que siempre ha existido. Esto tiene sentido si consideramos que el concepto que se ha desarrollado de Dios es el del ser más simple y sin divisiones que existe: espiritual, inmaterial, eterno, permanente, fuera de los cambios y contingencias del universo material.

Argumento de Stephen Hawking: El astrofísico, y probablemente el científico más famoso del mundo, Stephen Hawking, ya demostró que no hay necesidad de que exista un Dios para explicar el origen del universo: “Dado que existe una ley como la de la gravedad, el universo pudo crearse a sí mismo de la nada, como así ocurrió”.

Respuesta: En el capítulo 6 del libro The Grand Design publicado en 2010, Hawking y Mlodinow, su coautor, proponen un modelo físico según el cual es posible que surjan universos espontáneamente de la “nada”. Sin embargo, esta “nada” realmente no coincide con el concepto filosófico tradicional de la “nada” (es decir, no existencia), sino que significa vacío cuántico (es decir, espacio lleno de energía cuántica). Pero la energía no es “nada”, ¡es algo! Tratando de contestar con la ciencia una pregunta que es filosófica, lo que hacen estos astrofísicos es confundir el término “nada” y argumentar que la causa del universo se encuentra dentro del mismo universo. En lugar de explicar cuál es esa causa no causada o el primer motor, lo único que logran es retroceder un paso más en la lista de causas eficientes, porque ¿cuál fue la causa de esa energía cuántica que fue la causa del universo?

God of the gaps: Decir que Dios es la única explicación posible para la existencia del universo es caer en una flojera intelectual. Es caer en un “God of the gaps” o “Dios tapa-agujeros”. Ponen a Dios como explicación para las preguntas que la ciencia no ha contestado todavía. Conforme avanza la ciencia, cada vez son más las preguntas que se contestan científicamente y menos las que todavía necesitan explicarse con Dios. Llegará el punto en que el origen del universo será explicado definitivamente por medio de la ciencia. Pensar de esta manera es anticientífico, retrógrado y oscurantista.

Respuesta: La ciencia es excelente resolviendo preguntas sobre cómo funciona el universo y trayendo progreso tecnológico a la humanidad. Sin embargo, los argumentos y las preguntas que hemos tratado en este artículo son de carácter filosófico, no científico. La filosofía no puede contestar cómo se formó el universo, o cuántos años tiene el universo. Contestar a todas estas preguntas le corresponde a la ciencia, porque ésta se encarga de estudiar el universo físico medible y observable. Sin embargo, hay muchas preguntas que la ciencia no puede contestar, y para esto existen la filosofía, la ética, la antropología, la religión, etc. Si utilizáramos la religión para contestar estas preguntas de cómo se formó el universo, caeríamos en la mitología. Pero si creyéramos que la única forma de conocimiento válida es el conocimiento científico, caeríamos en una visión reduccionista del mundo e incompatible con un modo de vida sano y coherente. Dado que la causa del universo lógicamente no puede estar dentro del mismo universo, tiene que ser algo inmaterial y trascendente. Pero los objetos inmateriales y trascendentes no son el objeto de la ciencia, cuyo objeto es lo medible y cuantificable. Por ende, la cuestión de Dios no es ni será nunca una pregunta que se pueda contestar por medio de la ciencia. Por lo tanto, a estos argumentos no se aplica la acusación de “God of the gaps”.

Conclusión

Estos argumentos no demuestran ni tienen la intención de demostrar la existencia del Dios de la Biblia, ni de la Santísima Trinidad. Sin embargo, dan una base filosófica para justificar la creencia en un ser eterno, inmaterial y trascendente que es la única explicación posible para la existencia del universo. Para todo lo demás ya habrá otros argumentos que no vienen a colación ahora. Si quieres, puedes llamar a este ser como quieras; a mí me gusta llamarlo “Dios”.

Para conocer más sobre este tema, te recomendamos leer las siguientes fuentes:

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