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Y fueron felices para siempre

Habrás oído que las típicas historias de princesas y muchas telenovelas terminan con la celebración de la boda y con la frase o la insinuación que ya se acabaron los problemas para la pareja que ha sufrido tanto para alcanzar la felicidad perpetua.

La realidad es muy distinta. La realidad es que el día de la boda no es el final del cuento o el fin de las dificultades ; es el principio de la historia y comienzo de nuevas luchas. Esto no quiere decir que sea falso que vayan a alcanzar la felicidad, pero no es tan fácil como decir: y fueron felices para siempre.

Lo primero que me gustaría señalarte es que ser feliz es un anhelo de todo ser humano porque Dios nos hizo para ser felices. «Ciertamente todos nosotros queremos vivir felices, y en el género humano no hay nadie que no de su asentimiento a esta proposición incluso antes de que sea plenamente enunciada» (San Agustín, De moribus Ecclesiae catholicae, 1, 3, 4). Y es que realmente Dios nos quiere felices, somos nosotros quienes nos hacemos ideas falsas de la felicidad y por eso a veces no la encontramos. Ese camino a la felicidad está en nuestra vocación. El matrimonio, es uno de esos caminos que Dios ha dispuesto para alcanzar la felicidad, este puede  ser un camino de flores pero, no estará ausente de tropiezos y de espinas; especialmente, recién casados.

Te preguntarás por qué pienso esto, ahora te lo voy a contar, y lo haré con base en mi propia experiencia y de otros matrimonios que he conocido a través de mi trabajo pastoral con las familias:

  1. Cada uno de los novios tiene su historia personal, su familia de origen con ciertos hábitos, valores, ideas y formas o perspectivas de ver la familia, el trabajo, el dinero, la fe. Mientras son novios compartimos el uno con el otro cómo son esas formas, pero no las vivimos, cada uno las vive en su casa como le han enseñado en su familia; una vez casados salen espontáneamente esos hábitos o formas y pueden comenzar a presentarse ciertos choques de ideas o de costumbres, que a veces generan asperezas. Por ejemplo, para uno de los dos puede ser habitual e incluso necesario tomar la cena juntos y para el otro no hay problema en que uno la tome antes o después o incluso frente al televisor pues así era en su casa y no le ve nada de malo, la otra persona puede sentir que es un desaire o una falta de delicadeza. A lo mejor ella es desordenada y él no concibe el más mínimo desorden. La crema dental destapada o el pañito de cocina sucio, etc. Por todo esto es muy importante ser tolerantes e ir haciendo los ajustes necesarios,  buscar ayuda neutral y experta en caso de ser necesario.

  2. Los apegos, la época de recién  casados es de desprendimientos y cambios. La disposición y facilidad con la que cada uno sea capaz de enfrentarlos podrá facilitar la nueva convivencia, se trata de que ahora tenemos compromisos, que antes probablemente no teníamos, cómo preparar comida para dos, atender las compras, los pagos de servicios… eso necesariamente requiere de ciertos ajustes tanto en lo económico como en la distribución de mi tiempo. Tal vez ya no será conveniente estar en tres ligas de beach tenis, jugar al fútbol cada jueves con los amigos o ir cada semana con mis amigas a la reunión que tenemos fija desde hace más de 10 años. Así que evalúa lo que haya que ajustar.

  3. El tiempo de compartir, otro problema típico de los recién casados es que ese tiempo de conversar, de compartir, se puede volver casi nulo. De novios hay una espacio muy concreto para los dos que está claramente identificado: la visita, la salida al cine, los fines de semana, etc. Una vez casados, alguno de los dos tiende puede asumir que estar bajo el mismo techo todos los días es más que compartir. Por eso es muy importante buscar esos espacios y momentos concretos, identificarlos, en los que van a estar en sintonía, conversando y con intereses comunes. Quizás ayude hacer una actividad deportiva juntos, un apostolado, un proyecto común, etc, y que determinen esos momentos concretos para hablar los dos solos y conectados sin terceros, ni humanos ni tecnológicos.

Finalmente recuerda que el matrimonio válido concede a los esposos unas gracias o dones especiales que te ayudarán en tu nueva vida, ¿cómo recibirlos? manteniéndose fieles a Cristo, en la oración y los sacramentos, así Él permanece con ustedes, “…les da la fuerza de seguirle tomando su cruz, de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros” (cf Ga 6,2), y de amarse con un amor sobrenatural, delicado y fecundo. En las alegrías de su amor y de su vida familiar les da, ya aquí, un gusto anticipado del banquete de las bodas del Cordero”. (CEC 1642)

Cuando sientas que desfalleces y que se acaban las fuerzas, te puede ayudar preguntarte si estás siendo fiel a Cristo, así volverás a la fuente de la vida y del amor y recobrarás las fuerzas perdidas. No olvides, un bebé se toma 9 meses en el vientre de su madre para formarse, los árboles tardan meses en dar su primer fruto, así que dale tiempo al matrimonio para que se forme y fortalezca, regándolo con amor y paciencia; de la mano de Jesús y María será más fácil ser feliz y si no es para siempre será hasta que la muerte los separe.

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