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Sí, Dios está aquí

Cuando estaba en el colegio, mis profesoras de Formación Católica siempre repetían que Dios está en todas partes. Yo solía preguntarme: ¿cómo Dios está en todas partes si yo no puedo verlo? Y como Tomás, buscaba signos, señales divinas, que me mostraran la presencia de Dios.

Tal vez solo buscaba una prueba irrefutable y tangible que confirmara su existencia…Hasta que en bachillerato, conocí a muchas personas, incluyendo a una consagrada y a un hermano Legionario, que hicieron cambiar totalmente mi concepción.

Me enseñaron que además de la misa y la oración, podía encontrar a Dios en otros lugares que muchas veces pasaba por alto. Fue ahí cuando comencé a dejarme maravillar por los misterios del cielo que muchas veces obran en la vida diaria.

Con esto, te invito a que hagas lo mismo. Encuéntralo en:

1. La naturaleza

“Lo invisible de Dios, su eterno poder y divinidad, son conocidos mediante las criaturas” (Sab 13,4-5).

Párate a pensar un momento…Hoy en día se dice que el hombre puede crear cualquier cosa, incluso de una forma casi perfecta. Sin embargo, ¿podría el hombre crear un árbol?

Un árbol que sus raíces absorben nutrientes desde el seno de la tierra, suben hasta sus tallos para nutrir sus hojas y ramas. Un árbol que produce frutos, complejos en sí, que sirven para alimentar tanto a las personas como a los animales. Un árbol que produce oxígeno para que podamos respirar, siendo esto requisito esencial para la vida.

Árboles de todos los tamaños, colores, con frutos y sin ellos, de diferentes tipos de madera, ramas que se entrelazan entre sí con nidos encima, hogares de pájaros y de abejas. Árboles que vemos todos los días, que pasamos cerca de ellos siempre y no le damos mayor importancia.

Uno de los dones del Espíritu Santo es el don de la ciencia; hay que aprender a dejarse maravillar por las cosas pequeñas y grandes de la creación de Dios. En donde, hasta el mínimo detalle está hecho a la perfección para mantener el mundo que Dios quería para nosotros.

2. El servicio

“Porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.” Santiago 2, 26

Entender que Dios necesita de tus manos, de tu voz, de tu disposición para dar de comer al hambriento y de beber al sediento, es mucho más importante que esperar una señal divina.

La fe, acompañada por el amor a Dios, es lo que permite que muchas personas logren conocer que estar al lado de Cristo es el camino hacia la verdadera felicidad.  

El amor no puede permanecer dentro de uno mismo, como laicos de la Iglesia estamos llamados a ir un poco más allá, como dijo Madre Teresa de Calcuta “la fe en acción es amor y el amor en acción es servicio”. Es por esta razón que el apostolado es la forma de revivir una fe muerta, transformándola en amor a Dios y en entrega hacia los demás.

3. A través de las personas

“Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón” Jeremías 29, 13

Muchas veces lo que vemos reflejado en las personas es la luz de Dios. No se necesita de una paloma blanca volando para que el Espíritu Santo esté presente. Este obra incluso a través de nosotros, que, sin darnos cuenta podemos ser instrumento del amor de Dios hacia los demás.

Cuando entendamos que todos somos hijos de Dios, hechos a su imagen y semejanza, es cuando aprenderemos a encontrarlo en una sonrisa, un abrazo o un consejo de un ser querido o de un extraño.

Al entregarnos a los demás en algún apostolado o tan solo mirando a un lado, podemos conocer a muchas personas que pueden demostrarnos cómo, sin saberlo, Dios ha estado presente en sus vidas.

Entre experiencias de dolor, tristeza y soledad como entre alegría, plenitud y amor; se asoma la presencia de Dios mucho más tangible de lo que pensamos.

Se tiene que tener la convicción de querer encontrar a Dios, y cuando se haga de todo corazón no pararás de tener encuentros con  Él. Sí, Dios está aquí, porque al final, artículos así los puede escribir cualquier persona, pero solo Dios puede crear un árbol o una persona.  

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