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Ser Universal, como la Iglesia

Cuando estaba pequeña, recuerdo que un día hablaba con una amiga sobre sus creencias religiosas; ella me decía que era cristiana, pero no Católica. Yo, un poco confundida, me pregunté ¿qué significa ser Católico? No tenía idea de la diferencia. Muchos católicos hoy vivimos con esa misma pregunta en nuestros corazones: ¿Qué quiere decir que soy Católico? Duda a la que a algunos por “pena de preguntar” no logran quitarse. Y no me refiero solo al hecho de venerar a la Madre de Dios y los santos o creer en que el Papa es el Vicario de Cristo en la tierra; me refiero a lo que estamos llamados, a nuestras responsabilidades como Católicos bautizados. Porque, spoiler alert, solamente creer no basta para ganarse el Cielo.

¿Qué significa “católico”?

La palabra Católico, viene del griego katholikós que significa universal. La Iglesia Católica está abierta a todos, sin distinción de color de piel, vestimenta, cultura, ni orientación sexual. Cristo después de la Resurrección nos hace un llamado a todos los bautizados:

«Vayan por todo el mundo y anuncien a todos este mensaje de salvación» (Marcos 16, 15).

Cristo nos llama a proclamar el Evangelio a todos, sin distinción alguna. Si te fijas en cómo la Plaza San Pedro en el Vaticano está diseñada, parecen brazos abiertos que acogen a los peregrinos de todas partes del mundo, la Iglesia no le cierra las puertas a nadie. Los agentes de seguridad no te preguntan cuál es tu religión o si crees en la Inmaculada Concepción o no para poder entrar: las puertas están abiertas sin reservas. Así es la Iglesia Católica.

Algunas de las responsabilidades que nosotros como católicos tenemos, son las siguientes: mantenernos en comunión con las enseñanzas de la Iglesia, expresar a las autoridades eclesiales nuestro punto de vista con respecto a asuntos que puedan afectar a la Iglesia, asistir a misa en días de precepto, recibir la Sagrada Comunión y confesarse por lo menos una vez al año, entre otras… pero no solo queda ahí. Nuestra responsabilidad primordial es tener una relación cercana, personal, con Dios. Conocer realmente a Dios, no solo conocer de Dios. Y solo conociendo a Dios, nos daremos cuenta que la única manera de demostrar nuestro amor a Dios es con obras hacia los demás. Si, incluso esa persona de tu universidad o trabajo que no te cae muy bien: Dios vive en esa persona.

¿Cómo es tú corazón?

Ahora te pregunto, ¿tienes un corazón Católico? Un corazón, que al igual que la Plaza San Pedro, recibe con brazos abiertos a todo el que se te acerque. O eres un poco como yo, que a veces puedo parecer un cactus, al que da miedo acercarse. Uno de los mejores ejemplos que tenemos de lo que significa ser un Católico genuino, es a la Madre Teresa de Calcuta; ella supo encarnar en su persona la llamada de anunciar a todos el mensaje de amor de Dios. La Madre Teresa siempre buscó amar a todos como pudiese, dejándose a ella misma en un segundo plano. Su amor se extendía a todos, sin distinción de religiones, de estatus social, cómo vestían o si tenían una enfermedad contagiosa o no: ella lograba ver a Dios en cada una de las personas con las que se encontraba. Ella decía “el hambre por el amor es más difícil de saciar que el hambre por pan” Ese es el mensaje de amor, ese pan, que como católicos debemos llevar a todos lados.

¿Por qué se dice que la Iglesia es Apostólica?

Simplemente, porque ha seguido la tradición de los primeros apóstoles. Lo que ves en el día de hoy como la Iglesia, en toda su magnitud y esplendor, es una misión que empezó con 12 hombres que confiaron en la gracia de Dios. Hoy en día, somos alrededor de 1.4 billones de Católicos alrededor del mundo. Suena mucho, pero no es suficiente. Aún hay millones de personas que no reconocen la Verdad: son millones de personas que puede que vivan en desesperación, que consciente o inconscientemente buscan a Dios. Es nuestra responsabilidad también el continuar con la tarea que empezaron esos 12 hombres hace casi 2000 años. Dios confía tanto en ti que te confía a llevar este mensaje de amor y de salvación a todos a los que conozcas. San Josemaria Escrivá, fundador del Opus Dei dijo “el que tú y yo nos portemos como Dios quiere -no lo olvides- dependen muchas cosas grandes.” Camino 755

Termino este artículo con una frase que dijo Karl Rahner, sacerdote y teólogo al ver que otros hablaban mal de la Iglesia cerca de él:

“La Iglesia es una señora mayor con muchas arrugas, pero ella es mi madre. Y nadie se mete con mi madre”.

Defendamos siempre a nuestra Madre, la Iglesia, con nuestro testimonio de santidad, y llevando siempre el mensaje de salvación a todos los lugares donde vayamos.

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