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Parece que la Iglesia no quiere que sea feliz

Todos tenemos algo en común: queremos ser felices. Ya sea que busquemos la felicidad dedicando nuestro tiempo a salir con amigos, aprendiendo a bailar las coreografías de moda, practicando algún deporte, siendo voluntarios en casas de indigentes o recogiendo perritos de la calle; en cada uno de nosotros se mantiene presente el deseo de alcanzar un estado de bienestar y paz interior que indique que estamos satisfechos con lo que sucede en nuestras vidas.

Si eres de los que piensa que la felicidad es un proceso o bien que en este preciso momento ya eres lo suficientemente feliz, estarás de acuerdo conmigo que el deseo de mejorar nos anima a seguir adelante. ¿No te ha pasado que después de un día difícil encuentras dentro de ti un rayito de esperanza porque te propones que tu hoy será mejor que ayer y por eso el mañana valdrá la pena?

Entonces, si todos somos soñadores y creemos que vendrán tiempos mejores, ¿qué nos pasa en el camino a la felicidad? Las trabas pueden ser demasiadas y cada día puedes echarle la culpa a una cosa distinta: tu novio, un pleito con tu mejor amigo/a, que se pinchó el neumático, que llovió mientras ibas caminando por la calle y no traías un paraguas, que se te rompió el tacón de tus zapatos favoritos… todas las razones parecen válidas de inicio, pero te invito a que pensemos bien a fondo en las causas verdaderas.    

¿Qué se opone a nuestra felicidad?

De inicio me atrevería a decir que el primero que te impide ser feliz eres tú mismo. Cada vez que actúas en contra de lo que es tu esencia humana te estás colocando obstáculos en el camino. Esto es así de fácil: cuando odias en vez de amar, cuando te dejas llevar por el resentimiento en vez de perdonar, o simplemente te enrollas en tus cuentos mentales creyendo que eres el centro del universo… pierdes de vista que la vida no se te dio para mirar tu ombligo día y noche, sino para encontrarte con los demás.

¿Qué tiene que ver la fe con nuestra felicidad?

El camino que propone la Iglesia es el de ayudar a los demás a encontrar la felicidad verdadera y para lograrlo nos ponen guías que hacen el viaje más sencillo, SÍ AUNQUE NO LO CREAS, LAS NORMAS NOS AYUDAN A LLEGAR A LA META DE LA FELICIDAD.

Si lo pensamos un poco más, nos daremos cuenta que en el fondo preferimos obedecer las reglas. Nos gustan cuando se trata de interceder por nuestro equipo favorito ante el árbitro que marca faltas injustamente en el partido de fútbol. Nos agrada seguir procesos meticulosos si vamos a hornear un pastel con la receta secreta de la abuela. Reconocemos que si todos siguiéramos el reglamento vehicular en nuestros países,  habría menos accidentes… entonces las reglas no solo estorban sino que nos llevan a ser mejores conocedores deportivos, mejores cocineros y hasta conductores más responsables.

Lo mismo pasa con las normas de la Iglesia. Al principio pareciera que obedecer los mandamientos de Dios o seguir el ejemplo de Jesús, significa sacrificar nuestra felicidad, más si somos jóvenes. Pero la obediencia, vista como una inversión a largo plazo, nos llevaría a comprender que -al igual que con las normas usadas en las cosas que disfrutamos- las reglas Eclesiales dejan de ser una carga y se convierten en guías de comportamiento para nuestro beneficio.

Acabo de leer un libro de C.S. Lewis, el autor de Las crónicas de Narnia, titulado “El problema del dolor”; y de entre las reflexiones que más me gustaron resaltaría esta idea que pongo en mis propias palabras: “las personas necesitamos del dolor para comprender que hay mucho de nosotros que requiere ser perfeccionado”. El sacrificio que experimentamos cuando nos toca decir NO a algo que deseamos puede ser doloroso e incluso convertirse en un evento traumático, pero es necesario comprender que ese dolor, con el paso de los años, se convierte en madurez, crecimiento espiritual o dominio de uno mismo.

Si pensamos solamente en todas las cosas que nos estamos perdiendo al seguir los mandamientos divinos, puede que pese más el sacrificar esa amistad que solo te incita a chismear, que te sientas devastado por terminar tu relación con ese novio/a que quiere tener relaciones sexuales antes del matrimonio o que te enoje tener que bloquear PornHub de tu navegador… recuerda que la moneda siempre tiene 2 lados.  

No es que la Iglesia quiere que la pases renunciando a la diversión, a las fiestas y a las amistades. Lo que te propone es que te diviertas, vayas a fiestas y hagas amistades que sean buenas para ti. Dios seguro quiere encontrarte un día disfrutando de las delicias del paraíso, créeme que no se entretiene viéndote sufrir desde lo alto, sentado en una nube desde el cielo. Así que te invito a pensar como Dios, ponerte en sus zapatos y pensar que esas reglas propuestas, son las que un padre amoroso pone a sus hijos cuando quiere verlos alcanzar su destino final.

¿Todavía no te convences? OK para cerrar te propongo veas TED talk del testimonio de un monje que se ha dedicado a recorrer el mundo para conocer mejor a los hombres. A lo largo de los años él ha descubierto que para ser feliz no tienes que andar por ahí rompiendo las reglas, haciendo lo que te venga en gana o sacarle la vuelta al sufrimiento, sino que las personas más felices son aquellas que viven AGRADECIDAS con lo que son y tienen.  


Si deseas seguir reflexionando sobre el tema de la felicidad, te recomiendo leas Teología del cuerpo for dummies: ¿quieres ser feliz?. Si te gusta este u cualquier artículo de New Fire, compártelo con tus amigos y familiares. Igualmente si quieres proponer un tema o resolver una duda nos puedes escribir tu comentario y con gusto lo atendemos.

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