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No puedo vivir sin Snapchat

“No puedo vivir sin Snapchat, si voy a un lugar donde no tengo señal, le dejo la clave de mi usuario a alguien para que cuide de mis fueguitos, ¡qué miedo perderlos!”

Fueron las palabras de una jóven que se encontraba conversando con un grupo de amigos acerca de las actualizaciones de las redes sociales, en especial, del Snapchat. Confieso que tardé unos minutos para entender lo que había dicho pues no estaba clara de qué se trataban los fueguitos; pregunté y la explicación fue: “es un ícono (fuego) que te aparece al lado del nombre del usuario con el que te mandas snapchat todos los días, el número de fueguitos que tengas es la cantidad de días consecutivos en los que te has enviado archivos con esa persona, y si dejas de mandarte un snap por más de 24h, pierdes todos los fueguitos que has acumulado”.

Y así como existe el ícono del fueguito, están muchos más que van describiendo el tipo de amistad que tienes con el usuario que se encuentra en el otro lado del teléfono, y va cambiando dependiendo de la relación y la comunicación que tengas.

Al escuchar ese comentario lo primero que pensé fue la inversión de tiempo que tiene que hacer la persona para mantener activo un “fueguito” con su amigo, en otras palabras tendría que estar conectada con mi teléfono 24/7 cuidando mi amistad en snapchat para no perder la racha.

Lo que me hizo pensar en el tipo de amistades que quiero conservar y si la inversión de ese tiempo merece la pena.

Una verdadera amistad

Para ser amigo de alguien necesitas “ese alguien” con intereses comunes a los tuyos para comenzar a tener una amistad, y es una realidad, al igual que en el Snapchat,  que las relaciones personales ameritan de un tiempo y también de un interés; pero sobretodo un interés en forjarla, basado en la confianza y en el respeto.

El que tengamos la oportunidad de compartir con los demás, es un regalo de Dios. Él nos ha dado una vida para conocer y reconocer su amor en los demás, e incluso que otros experimenten el Cristo que hay dentro de ti, y que muchas veces no reconocemos.

Tal vez has escuchado hablar de la vida de gracia, si no sabes qué es, te lo explicaré en el término más sencillo que algún día me explicaron: no es más que una amistad con Cristo. (Me pregunto si tú y yo nos damos cuenta de la relación que Cristo quiere tener con nosotros y si estamos claros de lo que esto significa).

¿Cómo es la amistad con Cristo?

Esta amistad con Cristo es personal y progresiva,  alcanzaré tener “fueguitos” en la medida en que me comunique con Él, en un diálogo diario y sencillo, por medio de mi oración. En mi vida de gracia no existen terceros que puedan cuidar de ella o en tal caso, cuidar los fueguitos de mi relación, pues como es personal, sólo queda entre tú y Dios.

Y como toda amistad, es importante demostrar que te importa esta relación. Muchas veces expresamos con detalles o regalos cuan importante es para nosotros la otra persona, y aunque no hayan detalles “tangibles” que puedas recibir de Dios, constantemente estás recibiendo regalos de parte de Él, porque no quiere “que se apague la llama” o en otros casos, no quiere perder el “fueguito” contigo. Cristo es incondicional y aunque no sea recíproco, su amistad contigo no depende de un score que califique su importancia.

Regalos en una amistad

Esos detalles que mantienen viva la relación entre tú y Dios se llaman gracias.

“La gracia es la presencia de Dios en el alma y todo lo que esa insondable verdad encierra. Es la participación del hombre en la vida divina”.

Todos los hombres buscan a Dios aún sin saberlo, lo buscan porque Él es la respuesta a las necesidades más íntimas del hombre; ¿cómo correspondemos a esa gracia y cómo la hacemos crecer?

El hombre, por medio de las prácticas o hábitos basados en el esfuerzo del hombre, puede colaborar con el crecimiento de la gracia pero sólo Dios la hace crecer; el amor, la adoración y alabanza, los sacramentos, las acciones, la oración, son medios que nos ayudan a corresponder a la gracia que Dios otorga en nuestra alma.

Esta amistad con Cristo es muy variada y por consecuencia, sus detalles también, existen varios tipos de gracias: gracia santificante, gracia actual, gracia de estado, gracia sacramental y gracias especiales o carismas. “La libre iniciativa de Dios exige la respuesta libre del hombre, porque Dios creó al hombre a su imagen concediéndole, con la libertad, el poder conocerle y amarle. El alma sólo libremente entra en la comunión del amor. Dios toca inmediatamente y mueve directamente el corazón del hombre. Puso en el hombre una aspiración a la verdad y al bien que sólo Él puede colmar”. Catecismo de la Iglesia Católica  #2002 “Muchos de los planes que Dios tiene para ti, no depende de Él, dependen de que tú te atrevas”.

Ahora te pregunto, ¿eres de los que se da cuenta del gran regalo de tener una amistad con Dios o prefieres que se apaguen los “fueguitos”?

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