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La Iglesia te dice: ¡Haz lo que quieras!

¿Quién no ha escuchado frases como “el amor es lo que cuenta”? ¿Te suena? Y, de hecho, ¿quién osaría decir que algo hecho por amor está mal?

Antes que nada quisiera recordar a los que dicen que “el amor es lo que cuenta”… ¡San Agustín les ha precedido en esa afirmación hace ya 17 siglos! Es suya la célebre frase: “Ama y haz lo que quieras”.

Pero… ¡¿Cómo?! ¿La misma Iglesia que nos pone tantas reglas y normas nos diría que hiciéramos lo que nos de la gana? ¿Suena raro, verdad? Let´s talk about it!

Primero hace falta hablar del AMOR.

Si no definimos bien el amor como concepto (¡lo que suele pasar con frecuencia!), y si sacamos la frase de San Agustín de su contexto, podemos hacernos muchos líos.

Amar es desear el bien del otro, como dijo Santo Tomás de Aquino. ¿Pero qué es el bien? ¿Cómo identificarlo? Para ayudarnos con esto, Dios ha puesto en nosotros una Ley Natural. C.S Lewis, en su libro “Mero Cristianismo”, dedica un capítulo a esto, y pone ejemplos cotidianos de situaciones en las que suponemos una especie de “ley común” conocida universalmente y a la que todos están sumisos. Dice:

Todos hemos oído a dos personas discutiendo (…). Dicen cosas como estas: “¿Qué dirías si alguien hiciera lo mismo contigo?” “Esta es mi silla; yo la agarré primero”. “Déjalo, no te está haciendo ningún mal”. “¿Por qué me empujaste primero?” “Dame un pedazo de tu naranja; yo te di de la mía”. “Vamos; tú me lo prometiste” (…). Quien las dice no está expresando solamente que no le agrada la manera de proceder de la otra persona. Está apelando a cierta clase de regla de conducta que supone que la otra persona debe conocer (…). Y no habría sentido alguno en tratar de hacer esto a menos que haya alguna especie de acuerdo en cuanto a lo que es lo correcto e incorrecto; como tampoco tendría sentido el decir que un jugador de fútbol ha cometido una falta a menos que exista algún acuerdo en cuanto a las reglas del fútbol.

Según el Catecismo de la Iglesia Católica, esa Ley Natural “muestra al hombre el camino que debe seguir para practicar el bien y alcanzar su fin (…). Contiene los preceptos primeros y esenciales que rigen la vida moral” (CEC, 1955).

Si Dios nos ha dado una Ley Natural, ¿hacen falta las leyes?

También hace falta considerar que nuestra naturaleza ha sido tocada por el pecado y experimentamos un desorden en nuestros deseos y en nuestra inteligencia. Por eso, no siempre logramos identificar con seguridad el bien y optar por él: es como si los “lentes” de nuestra inteligencia y voluntad necesitaran arreglar su “graduación óptica”.

Para ayudarnos en este proceso, Dios nos ha revelado una Ley. En el Antiguo Testamento ella se resume en los Diez Mandamientos, que son una luz para que nuestra conciencia identifique qué es bueno y qué es malo en nuestra relación con el Señor y con los demás.

La Ley Antigua (la del Antiguo Testamento) es como un pedagogo para nosotros (cf. Gl 3,24), porque nos prepara y dispone para la conversión y para el mensaje del Evangelio (CEC, 1963-1964). Llega Jesús, entonces, y nos enseña una Ley Nueva, perfecta – la del AMOR.

La Ley del Amor

“Hablando en cristiano”, como Cristo nos ha enseñado (Mt 22,39), amar es hacer al otro lo que deseamos que nos hagan a nosotros (Mt 7,12), aunque eso nos cueste la misma vida (Jn 15,13) y como Él lo ha hecho (Jn 10,18). Y si lo analizamos bien y con cuidado, nos daremos cuenta que ¡el amor es muchísimo más exigente que la Ley!

Si amamos en verdad, jamás escogeremos lo que pueda hacer daño al otro. Al revés: elegiremos su mayor bien. Entonces, ya no se trata de “no robar”… se trata de dar lo que es nuestro por el bien del otro. No se trata de “no matar”… se trata de dar la vida. “Al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente” (Lc 6,29-31).

Comprendiendo así el amor que, mucho más que un sentimiento bonito, es una decisión, una firme opción por el verdadero bien de los demás y propio, lo que la Iglesia te dice hoy es: “¡AMA y haz lo que quieras!”

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