top of page

¿Impotencia? ¿Incertidumbre? Basta abandonarnos en sus manos

En estos tiempos de pandemia, de crisis, de encierro, en donde la incertidumbre nos abruma, en donde no sabremos qué pasará con nuestras familias, nuestros planes, nuestros trabajos, nuestro mañana, debemos comprender algunas maneras esenciales de obrar de Dios.

1. En mi debilidad se hace grande 

Pasaremos  por fracasos, pruebas y humillaciones permitidas por Dios para reconocer nuestra impotencia. Por eso Santa Teresita de Lisieux decía que la cosa más grande que el Señor había hecho en su alma era haberle mostrado su pequeñez y su ineptitud.

“Te basta mi gracia pues mi fuerza se hace perfecta en la flaqueza”. 2 Cor 12,9 

Por eso, los momentos en donde más débiles somos es donde más se puede manifestar Dios pues reconocemos nuestra incapacidad; es preciso siempre saber aprovechar nuestros fracasos para saltar más arriba. Todas aquellas circunstancias que nos parecen negativas en nuestra propia vida, en la pedagogía de Dios son medios poderosos para hacernos crecer y ser mejores. El amor de Dios saca provecho de todo, del mal y del bien que se encuentra en mí. A Dios le urge que nos hagamos débiles, justamente para que reconozcamos que sólo Él nos basta. Miremos el evangelio y veamos todos los milagros que Jesús hizo: a pecadores, adulteras, a la hemorroisa, al leproso, al ciego, al paralítico, todos débiles, débiles como nosotros. Es lo que Dios necesita, que reconozcamos nuestra pequeñez para que Él actúe en su grandeza. 

2. Es en la paz donde Él habita 

Así como el sol se refleja perfectamente en un lago tranquilo y sereno, entre más serena y tranquila esté nuestra alma, más se refleja Dios en ella y es mayor la actuación de su gracia. Dios es el Dios de la paz, no habla sino solo en medio de la paz, no en medio de la agitación.

“Dios no estaba en el huracán ni en el temblor de la tierra, ni en el fuego, sino en el ligero y blando susurro.” 1 Re, 19

Es fácil alterarnos, inquietarnos y agitarnos ante las dificultades de la vida y sobre todo ante la impotencia de poder hacer las cosas, pero sería mucho más eficaz permanecer tranquilos bajo la mirada de Dios, y dejar que Él obre en nosotros con su sabiduría y poder infinitamente superior. Si vivimos preocupados, nerviosos, con afán, ocupados e inquietos, no podremos gozar de la paz que Dios necesita en nuestro corazón para habitar. Además, tampoco podremos realizar nuestra misión más grande en la tierra que es amar a los demás, porque únicamente el hombre que goza de la paz interior puede ayudar eficazmente a su hermano, de lo contrario solo transmitirá sus propias angustias e inquietudes. San Serafín de Sarov decía: “Adquiere la paz interior y una multitud encontrará la salvación a tu lado.” 

En el combate constante de la vida contra el pecado, el mal, la incertidumbre, la impotencia, la incomprensión, la lucha será más eficaz en cuanto más sereno esté el corazón pues es justamente la paz la que permite luchar, no con nuestras propias fuerzas y capacidades que se agotan fácilmente sino con las de Dios. La paz no solo es la condición del combate espiritual sino lo que suele también estar en juego. El maligno busca constantemente robarnos esta paz pues sabe perfectamente que es allí donde Dios habita y realiza cosas grandes

3. Sólo actúa si lo dejo actuar

¡Cuántas veces no somos inmensamente controladores! Queremos ser los únicos pilotos de nuestros barcos, y pensamos que nuestra manera de ver y querer las cosas es la manera correcta. Es claro que muchas de nuestras intenciones serán buenas e inspiradas por el Espíritu Santo, pero a veces con tantos planes e ideas propias, le cerramos la puerta a la providencia de Dios y a su manera de actuar. La adhesión total a Cristo es la que nos permite incluso en los peores momentos, abandonarnos con una confianza ciega en Aquel que no nos abandona. 

El que no crea que después de la tormenta sale el sol, que del mal saldrá un bien y que la espera tendrá frutos, no cree en Jesucristo pues seguimos a un Dios que después de una muerte de cruz, resucitó. “Os he dicho esto para que tengáis paz en mi. En el mundo tendréis tribulación pero confiad: yo he vencido al mundo.” Jn 16,33

Dejar actuar a Dios no solo es no controlarlo todo sino confiar en que Él lo puede todo. San Juan de la Cruz decía que Dios nos da en la medida en que esperamos en Él. Para llegar a la otra orilla tendremos que pasar por la tormenta, pero confiemos en que como decía el Papa Francisco, Jesús va en la barca. Eso debe bastarnos. ¿Qué se puede temer de un Dios que nos ha manifestado su amor dando su vida por nosotros en una cruz? Para crecer en la confianza, necesitamos contemplación de esa cruz, de ese amor hasta el extremo que nos grita: no temas, confía. 

La vida de todo ser humano es un continuo caminar entre luces y sombras, en varias ocasiones no vemos clara la voluntad de Dios, no sabemos qué hacer para enfrentar el problema que nos atormenta, la solución a la adversidad, no comprendemos y en gran medida perdemos la paz. Pero debemos tener una certeza, el invierno pasará y llegará la interminable primavera, más llena de bellezas y bendiciones entre más dura haya sido la tempestad.

bottom of page