Muchas veces en nuestra vida pensamos que somos economistas, y que todo lo podemos trabajar con números. Sin embargo, a veces no todo es como en la economía, y menos cuando se trata sobre cuando pecamos o rezamos. Pensamos que el hecho de poder rezar después de haber pecado vamos a quedar en empate con nosotros mismos, incluso podemos pensar que es una manera en la que no va va repercutir en nuestra vida espiritual.
Cuidado con esto
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el pecado es una falta contra la razón, la verdad y la conciencia recta; es faltar al amor verdadero hacia Dios y/o el prójimo. Es decir, es una ofensa hacia el mismo Dios, esto nos aleja de Él y de su amor.
En la Pasión de Jesucristo, tenemos de un lado todas las malas actitudes: violencia, burlas, rechazo, negación, entre otras. Y del otro lado tenemos el sacrificio de Cristo: que se convierte en esa fuente viva desde donde brota el perdón de Dios. Entonces al pecar, nos estamos perdiendo de ese gozo eterno sin encontrar nada bueno, más allá de una satisfacción momentánea (y a veces ni siquiera eso)..
La frase “el que peca y reza empata” no es un ganar-ganar… No es como las matemáticas, que una oración más un pecado es igual a ningún pecado. Cuando pecamos, hacemos más daño, nos apartamos de Dios, y hasta nos enfermamos nosotros mismos.
Una de las virtudes a la cual le podemos sacar el mayor provecho al rezar es la virtud de la caridad, porque es la que más se ve afectada por el pecado. En ella se centra todo el comportamiento cristiano, nos hace buscar el bien de los demás por ese amor que le tenemos a Dios. Es algo sobrenatural, porque va más allá de lo físico; es un amor desinteresado y centrado en la universalidad, porque le podemos llegar a todos.
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” –Romanos 5,5
¿Qué tan fuerte eres?
Con compromiso y oración mejoramos la resiliencia, ¿sabes qué es?. Este concepto quiere decir que a pesar de las condiciones difíciles, somos capaces de desarrollarnos para bien ante esas adversidades. Crecemos como personas, mejoramos nuestros papeles en la sociedad para un mundo más justo y solidario. Mejoramos nuestras cualidades como personas y como líderes benignos de la comunidad. Con ella, somos maduros al enfrentar situaciones difíciles y ajenas a nuestro entorno, que al final termina fortaleciéndonos y cumplimos algún objetivo específico.
El que peca no sabe el daño que puede estarse haciendo, y lo que esto trae consigo. Imaginemos que es como esa cadena tipo dominó, que se va a ir disparando y que va a seguir sin detenerse. Y si no se detiene, puede ser muy devastador para nuestro camino espiritual. Nosotros, tenemos esa tarea de ir inculcando en los demás estas pequeñas actitudes que pueden moldear para bien.
¡Usando herramientas!
Pero no todo está perdido, es aquí donde podemos tener un plan de acción y buscar la manera de ir mejorando o ir limpiando nuestras almas.
Volvamos a la Pasión; Jesús al morir nos dejó un gran medio para perseverar en nuestra fe y en nuestra santidad. En ella se centra gran parte de nuestra fe, la reconciliación, en ella encontramos el perdón de Dios y con nuestro arrepentimiento de intentar a no volver a caer. Poner de nuestra parte es algo que tenemos que tener muy presente y que tenemos que desarrollar.
Vladimir de Kiev nos podría enseñar algo muy interesante. Él fue un hombre que hizo mucho mal durante un tiempo en su vida: siendo rey actuó de mala manera adueñándose de tierras y sin escrúpulos mandó a matar a otros para conseguir lo que él quería, tuvo una vida tan desordenada que incluso hacía sacrificios humanos y hasta destruía iglesias. Pero luego él se convirtió al cristianismo y lideró de una forma muy bondadosa y buena. Empezó a actuar de una mejor manera y a dirigir su reinado con buenos tratos y pensamientos, tanto así que se convirtió en San Vladimir el Grande, un Santo de la Iglesia, un superhéroe de aquella época. (Su día se celebra cada 15 de julio).
Esto es un pequeño ejemplo que al final el que reza y peca NO empata, como solemos decir. El que reza y se mantiene constante en la vida de oración, puede salir vencedor sobre sus defectos dominantes y usar sus dones para el bien de los demás y generar un verdadero cambio. También los Santos nos demuestran que ellos han sido personas como todos nosotros, pero han podido llevar esas virtudes a lo máximo sacándoles un gran provecho. Solo tenemos que seguir tratando de ser nuestra mejor versión en cada momento y aspecto de nuestra vida.
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