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El poder femenino

Si hay algo que me queda claro es que en este milenio las mujeres PODEMOS, SABEMOS Y HACEMOS que las cosas sucedan. El llamado “empoderamiento” femenino, así como la defensa de los derechos de la mujer, se ha vuelto un trending topic que en occidente es titular de revistas, periódicos y hasta tema principal en las premiaciones de los Oscares. ¿Pero por qué de repente esta fascinación con la vocación femenina y su capacidad de transformar el mundo?

La realidad es que esto ya lo sabíamos. Piensa en Adán y Eva, ella tuvo el poder de convencimiento necesario para darle de comer del fruto prohibido. Qué tal el ejemplo de Ruth, la mujer se levanta de las cenizas, sin abandonar a su suegra y consiguiendo trabajo en el campo después de quedar viuda. Esa mujer se convertiría tiempo más tarde en la abuelita del Rey David.

Si consideramos el punto de vista de la psicología,  según el doctor Jordan Peterson las mujeres podemos presumir de nuestra influencia en el mundo por simple dominación demográfica. Sabemos que la población mundial se compone mayoritariamente de mujeres, entonces según sus observaciones, concluye que nosotras somos las que decidimos cuál de los hombres es apto para reproducirse y dejar descendencia en el mundo. A través de la selección femenina obligamos a los hombres a tener consciencia sobre sus aptitudes y es con el rechazo en las relaciones amorosas fallidas, que ellos aprenden a evolucionar para asegurar su descendencia en este mundo.

Entonces, si tenemos tanto poder, ¿por qué muchas de nosotras no somos felices? Algo sucede entre la expectativa y la realidad. No siempre nos vemos así de felices como esas mujeres que aparecen en las portadas de Vogue, ¿entonces qué podemos hacer? A lo largo de mis 27 años de vida he descubierto varias formas de encontrar la felicidad e irradiarla, te las comparto por si son de utilidad.

Servir a los demás

Esto, para mí, es la clave de la felicidad femenina. No significa que quiero ver a las mujeres en la cocina 24/7 o que pienso que todas deberíamos aprender a lavar, planchar y barrer…. Pero así como es cierto que soy feliz cuando me siento productiva en el trabajo… también recuerdo que las mejores de mis alegrías las he sentido cuando hago cosas por los otros y las hago con amor.

Recuerdo haber pasado 3 meses sin trabajo en casa, cuidando de mi abuelito que acababa de salir de una operación. Los días eran largos y cansados, tener un enfermo en casa implica limpiar todo muy bien y cambiar hasta tu dieta. Mi mamá y yo limpiábamos varias habitaciones de la casa casi diario por el bien de las heridas de mi abuelo, y aún así mis memorias de esos 90 días no son de pesadez o cansancio, sino de alegría por haber sido capaz de cuidar a un hombre mayor que durante mi infancia me consintió y me llenó de buenos recuerdos.

El servicio a ese enfermo agrandó mi corazón y me enseñó que en la vida se necesita una actitud de humildad porque nunca sabemos cuándo seremos nosotros quienes necesiten de la ayuda del otro.

Acoger con ternura

Por todos lados vemos un sin fin de noticias, posts, tweets y anuncios que denuncian violencia, denuncian a terroristas, van en contra del crimen organizado… ¿pero cuántas veces los medios promueven la ternura y la compasión? MUY POCAS.

Como mujer también he hallado felicidad en la práctica de acoger a los demás. Es un ejercicio de precio alto, pues toca dar lo más valioso: tu tiempo. Pero al contrario de lo que los medios nos pueden decir, el hecho de acoger no te hace una mujer débil o “sentimental”, más bien responde a la llamada que tenemos de expresar nuestro genio femenino como hijas, madres y amigas.

Empieza por acoger a tu familia, aceptando a tus padres con sus errores y virtudes, a tu novio o esposo con todo su pasado y su presente, a tus amigos pensando más en sus habilidades que en sus pecados, ayudando siempre al que tienes enfrente a que reconozca que es valioso por ser persona -por ser hijo de Dios- y que es amado, por ti y por su Padre que lo ha creado.

Acompañar con paciencia

Tú ya lo entendiste, ya lo viviste y toca acompañar a los demás en el camino de su vida. Esto va para hombres y mujeres, porque es una norma común del proceso de maduración.  De pequeña no sabías hacer las cosas, tus padres te ayudaron, tú ayudaste a tu hermano(a) menor y así sucesivamente la cadena se va alargando de generación en generación.

Acompañar no solo es gratificante porque ves el progreso de aquellos a los que ayudaste, pero porque permite compartir tus propias experiencias y sacarle fruto a todo lo que te ha pasado, sea bueno o desafortunado. Para ilustrarlo mejor, te comparto una de mis escenas favoritas de una serie americana llamada West Wing (está en inglés, pero vale la pena tratar de entenderle)


Asume que somos complementarios

Las mujeres no fuimos creadas para competir contra los hombres, robarles su lugar y menospreciarlos, estamos aquí varón y mujer para encarnar la figura de Dios, recuerda “a su imagen y semejanza los creó” (Gen 1, 27). No somos antítesis o rivales desde el nacimiento, más bien completamos nuestras naturalezas con las diferencias físicas, biológicas, intelectuales y emotivas que nos caracterizan.

Esto se experimenta más a fondo en el matrimonio. Después de casi año y medio de casada te puedo asegurar que el papel de mi esposo no es el mismo que el mío. Cada uno de nosotros aportamos vida y riqueza espiritual a la relación, pero lo que a él le toca yo no lo podría suplir. Ahora con la llegada de nuestro primer bebé, estoy segura que será necesario hacer uso de todas esas diferencias para educar y criar a la nueva personita que viene en camino. Lo pienso como una bendición el hecho de que los niños llegan a las familias, porque así conocen el amor de un padre y una madre (femenino y masculino) y saben enfrentar la vida con el ejemplo que ambas figuras les han dado. Si te interesa más este tema de cómo y por qué nos complementamos, te recomiendo un libro que se llama “Not just good, but beautiful” publicado por el Vaticano posterior a un sínodo de 2014 que contiene la perspectiva de la unión entre hombre y mujer de varios líderes y autoridades religiosas y seculares.  

Ten un buen círculo de apoyo

Por último recomiendo: ámate, cuídate, rodéate de personas que te valoran. No significa que tengas amigos que siempre te dan la razón y consienten tus malas decisiones, pero que tengas a quien acudir cuando necesites de un aliento. Así como todos tenemos responsabilidad de cuidar de nosotros mismos, también es válido pedir ayuda a otros cuando necesitamos de iluminación para seguir cuidándonos de forma adecuada. Lo importante es que entiendas que todos somos débiles, todos cometemos errores y estamos en el mismo proceso de construcción, por eso necesitamos de personas que compartan valores, ideales y hasta nuestra fe, para que nos ayudemos en el camino.

Para concluir te recomiendo ver el siguiente video, es el psicólogo y catedrático de la Universidad de Toronto, Jordan Peterson que habla sobre 22 reglas de vida valiosas. Específicamente recomiendo ver las primeras reglas del minuto 16 al minuto 25


Si te ayudó este artículo, por favor revisa otros títulos de nuestra página como ¡Mujer sé lo que eres! y Me dejó el tren. También se vale dejarme tus comentarios y espero que reconociendo  tu valor y la importancia de tu papel en la sociedad, vivas más consciente de que eres necesaria y como dijo una vez el Papa Juan Pablo a todos los jóvenes “si sois lo que tenéis que ser, ¡prenderéis fuego al mundo entero!” Así, tú y todas las mujeres que conoces, si somos lo que nos toca, estoy segura que cambiaremos el mundo poco a poco.

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