¿Quién no ha visto un buen partido de algún deporte en vivo o por la televisión? ¿Quién no se ha reunido con sus amigos para verlo y ha gritado frente a la tele aupando a su favorito? ¿Y la camiseta de tu equipo favorito? Estoy seguro que varias veces te las has puesto, has llorado y festejado con ella. Los sentimientos que uno vive con las competiciones, en cualquier deporte, son increíbles, felicidad, tristeza, y muchísimos más, pero hay uno que me llama de sobre manera la atención: la esperanza.
La esperanza es un tema que siempre me ha llamado la atención. Esa garra, ese empuje que nos brinda un rayo de luz entre la oscuridad y que nos lleva a lograr nuestros objetivos. Hay muchísimas situaciones y ejemplos de vida en donde se puede ver cómo la esperanza mueve a individuos a lograr lo inimaginable, pero hay uno que me gusta muchísimo que se asemeja mucho a la vida, y como la esperanza nos mueve: un partido de fútbol.
Un partido de fútbol
En el fútbol tienes 90 minutos, más un agregado, para lograr un objetivo: ganar al contrario. Durante el partido son 90 minutos de entrega, 90 minutos de correr, patear, parar el balón, pasarlo, esquivar el contrario, driblar, sacar de banda, cabecear y muchas otras cosas que agotan. Pero, me llama la atención ese momento cuando el partido se va perdiendo y la derrota es inminente y aún así no se pierde la garra, todo porque se tiene una ilusión de que se puede meter un gol para empatar o ganar, allí está la esperanza.
Muchos son los partidos donde en el minuto de reposición, en el extra, en esos minutos que son tan cortos y eternos a la vez, equipos que van perdiendo, remontan el juego y ganan. Con la selección Sub 20 de mi país, la Vinotinto, ocurrió lo comentado anteriormente en el mundial Sub 20 de Corea del Norte, en donde metieron gol en los minutos de reposición haciendo posible que fueran a prórroga ,por empatar, y posteriormente ganaran en penales. Para aquellos que no vieron el partido, aquí les dejo el video:
Esto ha ocurrido en muchas oportunidades con distintos clubes y selecciones a nivel mundial, donde jugadores como Sergio Ramos o Messi, meten ese gol: el de la esperanza.
A diferencia de un juego de fútbol la vida está cargada con más de uno de estos goles de la esperanza, con momentos únicos que ocurren en situaciones difíciles y que nos guían cuando creemos que no hay luz al final del túnel.
Quiero compartir contigo esta frase de San Josemaría Escrivá que considero muy oportuna. San Josemaría dice en su libro “Amigos de Dios” en la frase 94 lo siguiente:
Expecta Dominum, espera en el Señor; vive de la esperanza, nos sugiere la Iglesia, con amor y con fe. Viriliter age, pórtate varonilmente. ¿Qué importa que seamos criaturas de lodo, si tenemos la esperanza puesta en Dios? Y si en algún momento un alma sufre una caída, un retroceso —no es necesario que suceda—, se le aplica el remedio, como se procede normalmente en la vida ordinaria con la salud del cuerpo, y ¡a recomenzar de nuevo!
Tenemos un buen árbitro
Luego de analizar estas palabras del Santo, y padre fundador del Opus Dei, encuentro algo muy poderoso. Nosotros los hombres aunque seamos vulnerables a: caernos, errar, pecar y hacer las cosas mal una y otra vez (porque el hombre es la única criatura que da tumbos con la misma piedra más de una vez) tenemos de nuestro lado a Dios que será nuestro remedio, nuestra cura y nuestro apoyo durante nuestras caídas.
Es esa esperanza de que Dios está ahí y que nos ayudará durante las vicisitudes y los momentos más oscuros y dolorosos de nuestras vidas lo que muchas veces nos da fuerzas para seguir y no parar.
Cuando logramos vivir teniendo esperanza en Dios y en sus caminos, que son tan difíciles de entender para nuestras mentes, nos desprendemos del dolor y nos adentramos en las luchas más complicadas y fuertes porque perdemos el miedo y nos dejamos llevar por la esperanza de que todo se puede. No nos rendimos y luchamos, sin importar cuantas veces nos caigamos en el césped y cuantas faltas nos haga el contrario porque al final del día ¡Vendrá el gol!
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