Hace unos días, tuve la oportunidad de conversar con una persona y quedé gratamente sorprendido con el transcurrir de dicho intercambio. Todo fluyó sin contratiempos y los temas se sucedían uno tras otro con total normalidad.
¿Acaso no es esto lo normal?
A fin de cuentas, se supone que las personas normalmente se comunican cara a cara. Entonces, ¿por qué me sorprende? Pues, porque últimamente -y a medida que avanza la tecnología- nos hemos acostumbrado a “chatear”; a comunicarnos a través de una pantalla, buscando expresar nuestras emociones y sentimientos por medio de los famosos emoticones. De esta manera, nos vemos envueltos en el fenómeno de acercar a quienes están lejos y alejar a quienes están cerca.
A propósito, te recomiendo este artículo que habla precisamente del tema: ¿Cómo utilizas los emojis?
Esto último, se refiere a la triste realidad que vivimos todos. Sí, cada vez somos más los que nos convertimos en esclavos de ese aparato inteligente que nos hipnotiza, sumergiéndonos en la pantalla y nos abstrae del mundo que nos rodea. Y es que varias veces he podido presenciar una escena en la que dos o más personas están “compartiendo entre sí”, pero no pronuncian palabra alguna y rara vez se miran. Antes bien, encuentran más interesante lo que sucede en su grupo de Whatsapp.
Dios ¿también está entre tus conversaciones del chat?
Ahora bien, hay quienes prefieren tener pocas conversaciones en su celular y existen aquellos que, literalmente, se pasean a diario entre un sinfín de chats. Este último grupo es experto en el manejo de múltiples conversaciones a la vez, pero me atrevo a decir que muchas de ellas están abandonadas o ya ninguno de los participantes se acuerda de qué hablaban.
¿Te sientes identificado? no te preocupes, es más común de lo que crees. Y es que algo similar nos puede pasar en nuestra conversación con Dios. Quizás por descuido, dejadez o falta de costumbre, hemos abandonado un poco este chat. Pero, qué tal si te digo que este no es como cualquier otro.
Como bien sabes, Dios es omnipresente. Es decir, se encuentra en todas partes. Por eso, ¡hasta se cuela entre tus contactos y está deseoso de hablar contigo! Así es, Él en su infinita paciencia, espera que le escribas y le cuentes todo lo que quieras. Y esto es, precisamente, lo que lo hace especial. Dios nunca pone condiciones, nunca te dejará en visto o en azul; al contrario, te aseguro que dicha conversación será la más fructífera y entretenida de todas.
Algunos tips para esa conversación
En esta oportunidad, te animo a que busques al menos un par de minutos al día para hablar con Él. Puede ser en la mañana, a lo largo de la tarde o antes de acostarte. Lo importante es que durante ese momento, le regales toda tu atención y te expreses con naturalidad, así como lo harías con cualquiera de tus amigos.
Cuéntale de tu día, las metas que alcanzaste y esas oportunidades de mejora que se te presentaron por el camino.
Dile lo que sientes, aquello que te gusta y lo que te desagrada.
Pídele que te dé fuerzas para ser mejor persona con quienes te rodean y, sobre todo, para que este chat tan especial siempre se mantenga actualizado y de primero en tu lista.
Por último, agradécele por estar siempre a tu lado, por escucharte en todo momento y guiarte hacia el buen camino.
¡Dios estará encantado de comunicarse contigo y así, fortalecer una relación que te acompañará por el resto de tu vida!
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