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Dios, la astrología y sus consecuencias

¿Qué es la astrología?

Según Wikipedia, la astrología es “un conjunto de tradiciones y creencias que sostienen que es posible reconocer o construir un significado de los eventos celestes y de las constelaciones, basándose en la interpretación de su correlación con los sucesos terrenales (…) lo que les permite a la mayoría de astrólogos de oficio comprender el pasado, conocer el presente y predecir el futuro, ​ buscando así explicar las características de la personalidad de un individuo basándose en las posiciones del sol, la luna y otros cuerpos celestes”. No confundir con la astronomía, que es el estudio científico de los cuerpos celestes, su movimiento y las leyes que lo rigen. Se puede considerar que la astrología es una creencia que entra dentro del concepto de New Age. De vez en cuando se ponen de moda los horóscopos y las cartas astrales, por lo que cabe preguntarse si estas prácticas son compatibles con la fe católica.

La descripción de la personalidad

Desde la antigüedad han existido muchos intentos de tratar clasificar las personalidades de las personas, como la caracterología y la tipología. Estos métodos suelen basarse en rasgos consistentes que tienen las personas en su toma de decisiones para catalogarlos en función de ellas, explicando estas diferencias con teorías que son en mayor o menor medida científicas (los humores según Galeno, los arquetipos según Jung, etc.). Sin embargo, la astrología se basa en un dato arbitrario (i.e. la fecha y hora de nacimiento) para determinar las cualidades de tu carácter. Este dato es tan preciso como lo es tu sabor de dona favorito que usan los tests de BuzzFeed para determinar qué princesa de Disney eres. En otras palabras, hasta el test de Pottermore que te dice a qué casa de Hogwarts perteneces tiene más rigor.

Aunque no se ha demostrado científicamente que la posición de los astros el día de tu nacimiento determine la personalidad que vas a desarrollar, hay mucha gente que se siente fuertemente identificada con su signo zodiacal. Esto se puede deber a los sesgos cognitivos, es decir, una distorsión o interpretación ilógica de datos que no están realmente relacionados entre sí. Uno de estos es el efecto Forer, efecto Barnum o falacia de validación personal, que es el fenómeno que ocurre cuando los individuos dan altos índices de acierto a descripciones de su personalidad que supuestamente se adaptan específicamente para ellos, pero en realidad son vagas y lo suficientemente genéricas como para aplicarse a una amplia gama de personas. Es lo que pasa cuando lees que los Capricornio “pueden tener muchos conocidos, pero pocos amigos íntimos”. ¿Hay alguna persona en el mundo para la cual no aplique esta descripción? Lo mismo pasa con las predicciones de los horóscopos semanales, que se prestan a los sesgos de confirmación y a la profecía autocumplida o efecto Pigmalión. Si te dicen “prepárate, porque esta semana te va a pasar algo que llevas tiempo esperando”, esto lo puedes aplicar desde a que te contesten de tu entrevista de trabajo o a que por fin llegue el paquete que pediste por Amazon. La existencia de estos sesgos se puede verificar muy fácilmente: lee los horóscopos y las cartas astrales de los otros signos. A lo mejor siempre has creído que eras Tauro, pero te sientes más identificado con la descripción de Aries o Géminis (a lo mejor por esto existe el ascendente, por si las dudas).

La confianza en Dios

Imagina que tienes una novia o novio y descubres que, mientras vas al baño, revisa tu celular a ver qué es lo que chateas con tus amigos y amigas. Aparte de stalkeado, probablemente te sentirías ofendido y triste de que una persona a la que quieres no confía en ti. Lo mismo pasaría con un hijo que no confía en su padre. Ahora, si esto es doloroso en las relaciones humanas, aunque los seres humanos sí somos imperfectos y sí podemos ser infieles, ¿cuánto más no se sentirá ofendido Dios si desconfiamos de Él, siendo que Él es perfecto y eternamente fiel? A veces se nos olvida que Dios es una persona y un Padre.

Como católicos creemos en el libre albedrío, es decir que nuestro destino no está predeterminado ni escrito, sino que depende de las decisiones que tomemos libremente. Sin embargo, esto no significa que estamos abandonados al azar y a nuestra suerte. Tenemos un Dios providente, que nos conoce profundamente, sabe lo que necesitamos y nunca nos va a mandar una tentación más fuerte que lo que podamos soportar. Es por eso que recurrir a cualquier método de adivinación es un pecado mortal contra el primer mandamiento (“amarás a Dios sobre todas las cosas”), porque básicamente es declararle a Dios que no confiamos en él, y depositar la confianza en algo o alguien más.

“Dios puede revelar el porvenir a sus profetas o a otros santos. Sin embargo, la actitud cristiana justa consiste en entregarse con confianza en las manos de la providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad malsana al respecto. (…) Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone “desvelan” el porvenir (cf Dt 18, 10; Jr 29, 8). La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a “mediums” encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios.” —Catecismo de la Iglesia Católica, 2115-2116.

Podemos usar medios lícitos que emplean la razón (un don que nos dio Dios) para predecir acontecimientos: estudiar los mercados para predecir el valor de la bolsa, vaticinar los movimientos telúricos para prevenir terremotos, etc. Hubiera sido increíble si existiera un método biológico para predecir el comportamiento de los virus y haber previsto la pandemia del coronavirus. Sin embargo, los medios de adivinación que pretenden invocar fuerzas ocultas, especialmente las que explícitamente invocan espíritus, supuestos “ángeles” o demonios, son una falta grave contra el abandono en Dios, que nos pide que confiemos en él y seamos como niños en brazos de su Padre (Mt 18,3). Esto también aplica para los amuletos que se usan para tener “protección” o atraer “buena fortuna”.

Conclusión

Si fuera cierto que la astrología funciona para predecir el futuro, ya la NASA y todos los gobiernos del mundo la habrían adoptado para todo tipo de intenciones. Sin embargo, incluso si sí funcionara por fuerzas espirituales, no sería lícito recurrir a estos medios haciendo un bypass a la confianza en la providencia de Dios. Es normal que en estos momentos de incertidumbre global tengamos inseguridades y miedos, pero la respuesta no se haya en los astros, sino en aquel sol que nos dice “confía en mí, yo he vencido al mundo” (Jn 16,33).

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