top of page

¿Cómo hablar sobre el aborto sin morir en el intento?

En Cartas del diablo a su sobrino de C.S. Lewis, Escrutopo, un demonio mayor, le escribe a su sobrino Orugario, un demonio de menor jerarquía, consejos sobre cómo tentar a su humano asignado para lograr su condenación. Orugario le cuenta cómo está tratando de confundir a su humano haciéndolo leer libros de filosofía materialista. Escrutopo lo regaña, diciéndole que la razón no es el mejor medio para confundirlo.

“Si hubiese vivido hace unos pocos siglos, es posible que sí: en aquella época, los hombres todavía sabían bastante bien cuándo estaba probada una cosa, y cuándo no lo estaba; y una vez demostrada, la creían de verdad; todavía unían el pensamiento a la acción, y estaban dispuestos a cambiar su modo de vida como consecuencia de una cadena de razonamientos. Pero ahora, con las revistas semanales y otras armas semejantes, hemos cambiado mucho todo eso. Tu hombre se ha acostumbrado, desde que era un muchacho, a tener dentro de su cabeza, bailoteando juntas, una docena de filosofías incompatibles. Ahora no piensa, ante todo, si las doctrinas son “ciertas” o “falsas”, sino “académicas” o “prácticas”, “superadas” o “actuales”, “convencionales” o “implacables”.» ­– C.S. Lewis, Cartas del diablo a su sobrino.

Esta confusión es típica del panorama actual de la posverdad y la posmodernidad: no existe un sistema universal y coherente que explique la realidad sobre el hombre. Cuando queremos discutir sobre un tema álgido, dígase política, ética o religión, acabamos repitiendo un montón de términos (ej: dignidad, derechos, vida, autonomía, etc) cuyos verdaderos significados no conocemos. En algún momento todos estos conceptos estaban organizados en una jerarquía de valores, pero hoy en día todos esos valores están aislados, desconectados, y lo que nos parece correcto es lo que sentimos, ya no lo que es coherente. Por ejemplo, podemos encontrar personas que defienden la dignidad de los huevos de tortuga, mientras que consideran que un embrión humano no es vida. Como de todas formas no podemos sustentar la moral en la lógica, tenemos una conclusión moral ya predeterminada sin haber considerado lógicamente las premisas que la sustentan. Esto hace que el debate moral actual sea confuso e interminable: nada más damos vueltas sobre las mismas premisas porque no podemos llegar a un acuerdo. Tan solo acabamos frustrados, pensando que el otro es una mala persona y bloqueándolo en Facebook.

En el presente artículo no pretendo resolver todo el problema posmoderno de cómo sustentar una ética objetiva. Tampoco quiero apoyar un lado del debate o el otro sobre el aborto. Lo que quiero es exponer un método de pensamiento desarrollado por bioeticistas que puede ayudar para que tus conversaciones sobre el tema guarden un poco más de coherencia. Y para hacerlo, ¿por qué no?, utilizaré el que posiblemente es el tema más trillado y polémico de la bioética: el aborto.

Paso 1: Identificar el dilema a resolver

Un dilema es un argumento conformado por dos proposiciones opuestas que, negada o concedida cualquiera de las dos, queda demostrada una determinada conclusión. Antes que nada, lo primero que hay que hacer es verificar si existe un dilema. Suena obvio, pero no siempre lo es. A veces discutimos cosas sobre las cuales, sin darnos cuenta, ni mi interlocutor está en discrepancia conmigo ni tampoco es relevante para el tema que está en cuestión. Por ejemplo, en un embarazo ectópico prácticamente nadie está de acuerdo con continuar con esa situación, así que no se trata de un dilema. Este paso sirve para focalizar el debate en lo fundamental del mismo, y evitar hombres de paja, es decir, cuando caricaturizas los argumentos del otro, tergiversando, exagerando o cambiando el significado de sus palabras para que sea más fácil atacarlo. Entonces es importante aquí distinguir que estar en contra del aborto no significa que consideres que un óvulo o un espermatozoide es un ser vivo, ni te coloca a favor de la violencia de género, los violadores o el feminicidio. Tampoco estar a favor del aborto te pone a favor de la promiscuidad, el aborto en cualquier trimestre o el infanticidio de niños ya nacidos (o quizás sí como algunos bioeticistas). El punto es aclarar cuál es el dilema en cuestión, y no acusar al otro de sostener algo que no hace.

Una vez identificado si existe un dilema, hay que identificar cuáles son los valores y principios que se encuentran en juego, en contraposición o que vale la pena considerar. En el caso del aborto los valores que se suelen poner sobre la mesa son la dignidad de la vida del embrión vs la autonomía de la madre. Aquí lo importante es analizar y disecar el caso: qué variables tengo, para más adelante tratar de ver cuál es el curso de acción que mejor las conjugue.

Paso 2: Análisis empírico

Una vez se ha identificado el dilema, hay que analizar el caso específico del dilema aplicando el método científico. Es necesario estudiar el hecho empírico y tener un conocimiento básico de las ciencias de la vida para saber de lo que estás hablando. Hay que tener un poco de conocimiento sobre biología y embriología para saber qué son gametos, qué es un cigoto, cuáles son las etapas de la biología del desarrollo, etc.

Paso 3: Marco antropológico

Esta es una de las partes donde se puede dar el debate y también es la parte más difícil: definir los conceptos. Es difícil además porque la definición que le des a cada uno de los conceptos (vida, autonomía, libertad, dignidad, naturaleza, bien, mal, etc.) va a depender de tu corriente filosófica y antropológica. Uno de los principales ejes del debate sobre el aborto radica justamente en definir la vida humana: qué constituye vida, en qué momento comienza, cuándo empieza a tener dignidad y a ser sujeto de derechos. Hay que definir tu postura y explicar por qué la mantienes. Para esto hay diversas opciones:

  1. La vida empieza en la concepción, ¿por qué?

  2. La vida empieza en la implantación, ¿por qué?

  3. La vida empieza cuando ya el feto tiene apariencia humana, ¿por qué?

  4. La vida empieza cuando se pueden detectar los latidos del corazón del feto, ¿por qué?

  5. La vida empieza a partir del segundo semestre, ¿por qué?

  6. La vida empieza cuando el feto desarrolla el sistema nervioso central y puede sentir, ¿por qué?

  7. La vida empieza cuando el feto ya es viable fuera del útero, ¿por qué?

  8. La vida empieza sólo cuando ya nació el bebé, ¿por qué?

  9. La vida y su dignidad intrínseca realmente nunca inician, son sólo un constructo, ¿por qué?

Es importante notar que para ser consistente tienes que darte cuenta de las implicaciones que tienen tus principios antropológicos cuando se aplican a otros casos. Si la vida empieza en la concepción, ¿entonces un ser humano bajo ninguna circunstancia pierde su dignidad intrínseca y el derecho a la vida, hasta la muerte? Si la vida humana empieza cuando el feto tiene apariencia humana, ¿una persona deja de ser humana cuando pierde su apariencia? Si la dignidad intrínseca de la persona empieza cuando desarrolla su sistema nervioso central, ¿la pierde cuando se degenera su sistema nervioso central por una enfermedad neurológica? Si el feto no tiene dignidad porque es dependiente de su madre, ¿un bebé recién nacido por ser dependiente tampoco tendría dignidad, y se podría ampliar el “aborto” incluso en bebés ya nacidos (como defienden algunos bioeticistas)? Si la vida empieza sólo a partir del nacimiento, ¿qué tiene el canal vaginal que es capaz de conferir personalidad a algo que no es persona? ¿O será que la dignidad intrínseca del ser humano y el derecho a la vida simplemente no existen?

Si eres capaz de contestar consistentemente a la pregunta de qué es y cuándo empieza la vida humana, o si es que existe, habrás resuelto el dilema en la mayoría de los casos.

Paso 4: Jerarquía de valores

Una vez determinados y explicados los valores y principios en juego, hay que clasificarlos en una escala de valores o jerarquía axiológica. ¿Qué valor tiene mayor importancia? Una persona pro-vida probablemente creerá que la vida del embrión o feto tiene mayor valor que la autonomía de la madre. Una persona pro-aborto, incluso si en el paso anterior reconoce que un embrión es un ser humano, podría sostener que la autonomía de la madre es un valor más importante que esta vida humana. De nuevo, cada uno tendría que ser consistente con su respuesta. ¿En qué otro caso podría aplicar este principio según el cual la autonomía de un individuo tiene mayor valor que la vida de otro?

Paso 5: Juicio ético

Ahora, y sólo ahora, habiendo considerado todas las variables, su jerarquía y los cursos de acción posibles, es que puedes emitir un juicio sobre la bondad o maldad ética del aborto. Y esta conclusión sería independiente del contexto. No importa si el que lo dice es un hombre o una persona sin hijos, la validez de un argumento no depende de quién lo diga sino en el contenido del argumento. Tampoco importa si se trata de un embrión concebido como producto de una violación o una relación incestuosa, o si la madre padece una enfermedad o está en situación de pobreza, o si el embrión padece una enfermedad congénita: todas estas cosas son irrelevantes si creemos que la bondad o maldad de procurar directamente la terminación de un embrión humano está determinada por la discusión que tuvimos previamente sobre valores y principios éticos… O no.

Aquí es donde se puede tener la última discusión sobre el aborto. ¿Realmente lo que determina si un acto es bueno o malo es una discusión sistemática que trate de razonar valores y principios de forma estructurada? Una persona cuya ética provenga de una corriente antropológica consecuencialista o pragmático-utilitarista diría que la moralidad de un acto está determinada por sus consecuencias, no por un valor intrínseco en el acto mismo. ¿Y cómo sería el cálculo de estas consecuencias? ¿Cuál sería el criterio? ¿Lo más ético es lo que traiga mayor bienestar al mayor número de individuos de una población? ¿O lo que prefiera la mayoría? ¿O lo que sea más costo-eficiente? ¿Lo que le cueste menos al Estado? ¿Lo que más convenga? ¿Y cómo y quién definiría qué es lo que más “conviene”?

Por ejemplo, el filósofo utilitarista Peter Singer defiende una ética basada en la “calidad de vida”. Lo que le da valor moral a un individuo es su capacidad de sufrir y de tener autoconciencia, por lo cual un cerdo adulto tiene más valor moral que un feto humano, o que incluso un bebé recién nacido. La consecuencia de esto es que, además de justificar el aborto, Singer aboga por aplicar eutanasia infantil a niños recién nacidos con síndrome de Down u otras enfermedades que, a su juicio, harían que tuvieran vidas con menor calidad de vida.

“Algunos miembros de otras especies son personas: algunos miembros de nuestra propia especie no lo son. (…) Ahora se debe admitir que estos argumentos se aplican tanto al recién nacido como al feto. Un bebé de una semana no es un ser racional y consciente de sí mismo, y existen muchos animales no humanos cuya racionalidad, conciencia de sí mismos, conocimiento, capacidad de sentir, etcétera, exceden las de un bebé humano con una semana o un mes. Si el feto no tiene el mismo derecho a la vida que una persona, parece que el recién nacido tampoco, y la vida del recién nacido tiene menos valor para él que la vida de un cerdo, un perro, o un chimpancé para un animal no humano.” ­– Peter Singer, Ética práctica.

De nuevo, si una persona quiere ser consistente con la respuesta consecuencialista, tendría que extrapolar este mismo principio a los demás juicios éticos en su vida. ¿Se podría justificar el eliminar otras vidas humanas con base en un criterio consecuencialista en otros casos?

Conclusión

Como dije al principio, el propósito de este artículo no era contestar a la pregunta de la moralidad del aborto, sino proporcionar un marco claro en el cual se pudiera discutir el tema. No deja por ello de ser un tema altamente emocional, sobre todo en los casos limítrofes que se suelen aducir (en casos de violación, incesto, pobreza extrema, etc.), por lo cual tener un pensamiento organizado y racional no es garantía de que vayas a llegar a una conclusión con tu interlocutor, pero es un inicio.

Ante la cuestión del aborto, sólo caben 5 posturas:

  1. Estar en contra del aborto siguiendo una ética personalista porque consideras el valor intrínseco de la vida humana del embrión.

  2. Estar a favor del aborto porque consideras que el embrión no es una vida humana con valor inherente.

  3. Estar a favor del aborto siguiendo una ética libertaria porque consideras que la autonomía de la madre es más valiosa que la vida del embrión.

  4. Estar a favor del aborto siguiendo una ética consecuencialista o pragmático-utilitarista porque consideras que los valores y principios no son válidos sino sólo las consecuencias de bienestar que las decisiones pueden traer.

  5. No pensar y estar a favor o en contra del aborto por lo que sientes (buena suerte si conversas con alguien de esta postura).

¿Con cuál te sientes más identificado? Ahora sí, puedes comenzar a opinar.

Si te interesa saber más sobre el tema, te recomendamos la siguiente bibliografía:

  1. Kuthy, Villalobos, Martínez, Tarasco, Introducción a la bioética pp. 14-15.

  2. Ramón Lucas Lucas LC, Bioética para todos.

bottom of page