Por mucho tiempo el pueblo de Israel creyó que Dios premiaba o castigaba de acuerdo a su comportamiento: Feliz quien no sigue consejos de malvados… sino que se recrea en la ley de Yavhé… todo cuanto emprende prospera: pero no será así con los malvados (cfr. Sal 1, 1-4) Yavhé maldice la casa del malvado, y bendice el hogar de los justos (Pr 3, 33).
Esta forma de pensar del pueblo Israelita no solo era aplicada de manera personal sino que Dios castigaba a toda la nación y podía extenderse la maldición por varias generaciones. En el capítulo 28 del libro del Deuteronomio habla sobre las bendiciones prometidas y maldiciones, básicamente si Israel se porta bien tendrá lluvia y abundancia pero si no lo hace será golpeado con plagas como pasó en Egipto.
Siguiendo esta forma de pensar parecería que a los buenos les va bien en la vida y a los malos les va mal. Sin embargo cuando vemos a nuestro alrededor no necesariamente es así. Hay hombres que han dañado en gran escala a la propia humanidad y en su vida hay abundancia, mientras que hombres honestos pueden morir en la miseria, sería un error pensar que Dios castiga y premia de acuerdo a nuestro comportamiento.
¿Por qué existe el mal y las desgracias?
Aproximadamente en el siglo V antes de Cristo un sabio abordó este tema escribiendo el libro de Job. Teniendo como base un cuento oriental, realizó este escrito teniendo como personaje principal un hombre que era muy rico y temeroso de Dios. Tenía muchos animales, era padre de siete hijos y tres hijas. Satanás le replica a Dios que Job es justo y piadoso porque Él lo ha bendecido; sin embargo si perdiera todo lo maldeciría. Job comienza a perder todas sus posesiones, sus hijos mueren, sin embargo no maldice a Dios, es tanta su miseria que queda siete días y siete noches sin hablar ante tanto dolor, tres amigos suyos no lo reconocen por lo desfigurado que está.
Después Job mantiene una conversación con sus tres amigos sabios, quienes lo acusan de que sus males son productos de sus pecados o de su familia, pero Job insiste en no ser culpable. Los sabios mantienen este pensamiento tradicional donde los castigos son productos del pecado.
El desenlace de la historia da la sensación de misterio respecto a por qué existe el mal. La actitud de Job es de humildad, ciertamente también pasó por la tristeza, la desesperación, pero confió en Dios. Al final Yavhé le retribuye toda su riqueza, duplicando sus posesiones.
Jesús da una nueva enseñanza
Recordemos el pasaje donde, Jesús ve pasar a un ciego de nacimiento y le preguntan sus discípulos «Rabbí, ¿quién pecó, él o sus padres para que haya nacido ciego?» Respondió Jesús: «Ni él pecó ni sus padres, es para que se manifiesten en él las obras de Dios» (Jn 9, 1-3) Es decir, con Jesús cambió esta idea que tenía el pueblo de Israel, Yavhé no castiga por los pecados, la propia enfermedad puede ser una oportunidad para que la obra de Dios se manifieste.
Es complicado tener una postura de humildad, paciencia y esperanza cuando hay carencia, enfermedad o muerte. No olvidemos que todo tiene su momento, el libro de Eclesiastés, lo recuerda:
Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo:Su tiempo de nacer, y su tiempo de morir. Tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado. Tiempo de llorar, y tiempo de reír. Tiempo de buscar, y tiempo de perder. Tiempo de callar, y tiempo de hablar… (cfr. Ecl 3, 1-8)
El porqué de la existencia del mal y sufrimiento sigue siendo un misterio. El hombre ha tenido mucho que ver, como raza humana somos responsables de muchos males, enfermedades que ahora existen, nosotros mismos hemos sido los causantes.
Si estás pasando por un momento difícil en tu vida o conoces a alguien, ¡ánimo! Dios no te abandona aunque así lo parezca.
Te invito a darle una leída al libro de Job ya que reúne muchísima sabiduría para enfrentar las situaciones duras de la vida.
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