“Todos nacemos como originales, pero muchos mueren como fotocopias”. Carlo Acutis.
Hace poco descubrí una APP que mide (aproximadamente) el número de veces en que una palabra se ha usado en la historia. Preparando una clase de ética sobre “modelos de vida” decidí buscar la palabra AUDACIA, y esta, sinónimo de VALENTÍA, aparecía hoy en desuso. Busqué entonces una palabra más propia de nuestra época y al poner DEPRESIÓN la cima (o el mayor período de uso) se encontraba en nuestro tiempo.
Algo tan sencillo nos puede hablar un poco sobre el modo en que vivimos hoy. Si audaz es el hombre o la mujer valiente, que viven según sus ideales y se sienten a gusto con su modo de vivir; el hombre deprimido –apartando la parte biológica que pueda influir- es aquel que no se siente conforme con lo que él es, pues no vive como desearía realmente. Veamos bien esto.
Todo joven aspira a grandes ideales. Todos aspiramos, por ejemplo, a la felicidad, pero no todos llegamos a ser felices. Para que ese gran ideal de la felicidad no se quede en el aire necesitamos que se concrete en metas, en ilusiones a futuro.
Por ejemplo:
Caso 1: “Solo pienso y hablo sobre cómo será la fiesta del próximo fin de semana. ¡Quiero pasarla muy bien!”.
Caso 2: “Me preparo para ser alguien útil para mi familia y para la sociedad. ¡Quiero dar lo mejor de mí!”.
Pregunta: “¿Por qué?”
Caso 1 y 2: “Porque quiero ser feliz”.
Las ilusiones se educan. Uno las aprende en la cultura, en el arte, en la música, en el cine, en el colegio, en nuestra familia. Pero la gran pregunta es si toda meta o ilusión nos sirve para ser felices. Pongamos un ejemplo muy reciente:
En la canción de “Tusa” vemos a una mujer que le da una “depresión tonta” porque el hombre con el que estaba “con otra está”. La ilusión de Tusa es pasar esa depresión usando a los hombres como la usaron a ella. Y la pobre vive en una carrera sin fin: “la usan, le da la depresión – usa, la usan, le da la depresión…”. Parece estúpido. Pero Tusa tiene un ideal: amar. Y nunca llega a ello porque sus ilusiones no están a la altura de sus ideales.
Aquí hay algo objetivo que no podemos obviar, por más que usar, tomar y disfrutar nos parezca llamativo. Y es que las ilusiones, para hacernos felices, deben estar a la altura de lo que yo soy. El hombre parece medirse a sí mismo por su capacidad de dar, de salir de sí mismo, de luchar por cosas grandes; y cuando falla y no se levanta en un buen tiempo, es decir, cuando siente que se falla a sí mismo definitivamente, se siente mal y le entra, como en Tusa, la “depresión tonta”.
Nuestra conciencia, dice Viktor Frankl, nos hace responsables de nuestra propia vida, de ser y hacer algo grande. Cuando mis ilusiones no están a la altura de mis ideales la vida es muy básica. Hoy, en muchos casos, como dice Georgina Vorano en su charla Ted, “la dictadura del placer y la pornoilusión”, la vida es un absurdo por preocuparme tan sólo cómo disfruto más y mejor. Y, para colmo, me termino aburriendo y sintiendo infeliz. Es la carrera sinfín del play, pornografía, juegos, redes sociales, viajar, disfrutar, fiestas, comprar, comer, etc.
Por eso el gran reto de la educación es educar a jóvenes que sean capaces de perseguir ilusiones originales, auténticas, que le permitan ser ellos mismos. El reto no es educar jóvenes en serie, todos iguales, que se conforman con estar cómodos en un sillón. Como decía Tvztan Todorov: “Los grandes héroes de hoy son aquellos que dicen NO, cuando todos dicen SÍ”. Una persona que quiere dejar huella en la historia no puede tener miedo a ser distinto, a no hacer lo que hace todo el mundo.
Aristóteles da un buen ejemplo para entender esto: el arquero se siente buen arquero cuando da en el blanco. Lo primero, entonces, es conseguir un blanco retador. Cuando el arquero lanza flechas al aire se siente inútil, mal arquero. Y para dar en el blanco hace falta esfuerzo, tensión, práctica, virtud.
Dar en el blanco de nuestros ideales, vivir como pienso, hoy, ahora, según mi conciencia, es la manera en que el hombre construye una vida buena y se hace feliz. Hoy hace falta buscar ilusiones que estén a la altura de lo que la vida nos pide. Si no las podemos conseguir en la música que escucho, en las series que veo, en las personas que me rodean… debo seguir buscando. Quizás en otra parte.
Así, tener una vida feliz, que el psiquiatra Enrique Rojas define como “suma y compendio de una vida auténtica”, de ser yo mismo, parece complicado. Pero luchar por ello, comenzar por practicar, por ejercitarse, para dar en el blanco, vale la pena.
*Título tomado de un capítulo del libro Sin Miedo, de José Brage.
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