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El Señor es mi pastor, nada me falta… excepto mi Kindle

El otro día fui a un centro comercial para cambiar unos regalos que recibí en Navidad. Sé que es un poco tarde para eso, pero parecía que día tras día citaba inconscientemente un gran verso de Lope de Vega, “mañana (…), para lo mismo responder mañana…”. Me fui en Uber-pool (compartes viaje con otra persona, en este caso una Italiana que hablaba español bastante bien) y todo parecía un viaje normal… y, lo fue.

“…una tarde bastante frustrada…”

Fue hasta estar pidiendo el Uber de regreso que me di cuenta que no tenía mi Kindle conmigo. Como se podrán imaginar entré en pánico y regresé al centro comercial preguntando por todos lados, pero nadie había visto mi lector electrónico. Entré al app de Uber para reportar una cosa perdida y me pasaron primero el teléfono de un ser humano que no tenía nada que ver. Luego, me dieron otro teléfono y no respondía… resultó ser el teléfono del hijo del chofer. Para esto también traté de llamar a las oficinas de Liverpool (la tienda departamental donde había estado) y resultó ser el teléfono de una señora un tanto cuanto saturada de llamadas de personas pensando llamar al titán en tiendas departamentales. (historia verídica… el número que sale en internet para llamar a Liverpool es un número privado de una heroína y mártir de la paciencia en la gran ciudad de México…)

Como podrán imaginarse fue una tarde bastante frustrada y caótica. Al final no pude solucionar nada y siendo religioso Legionario de Cristo después de la cena comunitaria pasé a las oraciones de la noche para agradecerle a Dios el día… y pedirle si me echaba una mano para encontrar mi Kindle.

…“Cada vez que yo leo el Evangelio, encuentro a Jesús….”

Nosotros rezamos todos los días una hora de meditación en la mañana. Es una tradición en la vida religiosa de siglos y es nuestro momento para estar solo con Dios. Normalmente medito el Evangelio y la liturgia del día. Ayuda, pues como dice el Papa Francisco, “Cada vez que yo leo el Evangelio, encuentro a Jesús.” Y, esa noche, desconociendo el paradero actual del lector electrónico, tomé el misal mensual, lo abrí y lo primero que alcancé a leer fue, “El Señor es mi pastor, nada me falta.” Y de inmediato me vino, “¡…excepto mi Kindle!” Me sorprendió mi reacción porque esas reacciones son lo que normalmente llevas en el corazón.

Es fácil decir, “el Señor es mi pastor, nada me falta”, pero es otra cosa vivirlo. Lo que dice este salmo es muy fuerte y difícil: que Dios sea todo para ti. Ya lo decía santa Teresa de Jesús, “¡El que a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta!” Pero ese momento en el que nos roban el celular, nos rayan el coche, se cae la estatua comprada en Londres, o perdemos el Kindle, como que nos hace olvidar que lo más importante y esencial es Dios. Debemos ser prudentes y evitar lo que podamos, pero un mundo perfecto no existe, y un mundo que nos inunda de materialismo es (quiéranlo o no…) nuestro pan de cada día.

Por eso les invito a que la siguiente vez que perdamos, rompamos o extraviemos algo por el motivo que sea, nuestra oración sea la del salmista, “El Señor es mi pastor, nada me falta…”

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