¿Recuerdas cuándo fue la última vez que ofendiste a alguien? Quizás diste una mala respuesta a tu madre, humillaste a algún compañero frente a los demás, te aprovechaste de una persona, o cualquier otra cosa. Tómate tu tiempo y recuérdalo. ¿Listo? Ahora, ¿Recuerdas si alguna vez alguien te ofendió? Quizás esta mañana tu mamá te gritó o tu novio te dijo intensa porque le preguntaste qué haría hoy, cuando lo que querías era planificar una sorpresa para la noche; o tal vez algo más difícil, descubriste una traición de alguien a quien amabas, te humillaron.
En una pequeña encuesta que hice la mayoría me respondió que le parecía más difícil perdonar que pedir perdón. A tí: ¿qué te parece más difícil?: pedir perdón o perdonar.
Bueno en cualquiera de los dos casos recuerda que en la convivencia humana, a pesar del amor que podamos sentir unos por otros, es muy posible que sin querer o queriendo lastimemos o nos lastimen. Esto pasa en todo tipo de relaciones humanas: entre padres e hijos, hermanos, amigos, novios o esposos; por ello te invito a que no pierdas de vista los siguientes aspectos:
El ofensor
La ofensa
El ofendido
La respuesta
La consecuencia
La reconciliación
No me detendré a explicarte quién es o qué es cada uno de estos conceptos mencionados sino, las consideraciones que no debes perder de vista de cada uno .
Primero partiré del supuesto de que te han ofendido, siendo así ten presente que:
El ofensor
El ofensor es más grande que la ofensa; ¿me explico?, es decir, si alguien te llegara a mentir, obviamente te sentirás ofendido, pero no por eso, podemos etiquetar a la persona de por vida como mentiroso o mentirosa, no podemos reducir a la persona a su ofensa. Es como cuando vemos una hoja blanca con un punto negro en una esquina y en lugar de ver la parte blanca nos fijamos en el punto y si nos preguntaran ¿qué vemos? respondemos: un punto negro en lugar de una hoja blanca o una hoja blanca con un punto.
Dios no nos mide, ni nos llama por nuestros pecados o por nuestras ofensas sino por lo que somos y todos somos más grandes que nuestros defectos, de hecho nosotros contenemos los defectos no ellos a nosotros.
La ofensa
Valora el tamaño de la ofensa antes de responder, de tal manera que el tamaño de la respuesta sea proporcionalmente coherente con el tamaño de la ofensa. Esto es muy importante porque a veces podemos hacer una tormenta en un vaso de agua.
Por ejemplo, si te piden que quites los pies de la silla y tu respuesta es lanzar el vaso de vidrio que tienes en la mano contra la pared, es una respuesta exagerada ¿no?. Muchas veces nuestras respuestas son más grandes que la propia ofensa recibida y esto solo empeora todo.
Ahora bien, si eres el ofensor considera también:
La reconciliación
Es el proceso por el que se da inicio a la sanación de la herida, y a la restauración de la relación, por lo cual, lo primero es que el ofensor reconozca expresamente que ha cometido una falta, que pida perdón y que fije propósitos concretos de mejorar.
Recuerdo el pasaje de Mt 5,24:
Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda.
Que el ofendido acepte o no, es lo que va a permitir continuar con el proceso o profundizar el conflicto. La falta de perdón lejos de ayudar a las partes las lastima muchisimo pero debes ser paciente.
La consecuencia
Obviamente, después de una ofensa hay una herida, y ésta producirá dolor en la otra persona, por lo tanto, deberás tener paciencia para que esa herida sane, tanto más grande es la ofensa más tiempo puede tomar en sanar aunque hayas pedido perdón y te lo hayan perdonado. Recuerda: «El Amor es paciente». (1 Cor. 13,4).
A mi me gusta un ejemplo que leí en un libro y te lo comparto: imagínate que estás en el metro y alguien con tacones te pisa y te entierra el tacón, aunque lo más probable es que inmediatamente te pidan disculpas esto no va a aliviar automáticamente el dolor, eso no significa que no la disculpes pero la otra persona debe entender que llores y te quejes un poco más de tiempo por la herida. En este punto también es importante recordarte que perdonar no es olvidar, por lo que no necesariamente la relación va a volver al mismo punto. Si cometiste una infidelidad es natural, aunque te hayan perdonado, que debas esforzarte para generar confianza.
Quizás te pase como a mí, que lo más difícil y doloroso ha sido cuando he ofendido a quienes amo o cuando te ofende quien te ama porque que te ofenda un desconocido quizás no duele o duele poco, pero que te ofenda esa persona que amas y que te dice amar es terrible. Aprender a pedir perdón y perdonar es un ejercicio que nos hace crecer muchísimo como personas y nos capacita para amar más y mejor.
A mi me ayuda mucho recordar a Jesús camino del calvario o incluso en la cruz cuando dijo: Padre perdónalos porque no saben lo que hacen, Lc 23,34 ya que cuando ofendes o te ofenden es muy probable que no exista la conciencia plena del daño que puedes o que te pueden causar; es por esto que la regla de oro es lo expuesto por Jesús en Mt 7,12:
“Así pues, hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes; porque en eso se resumen la ley y los profetas”. pero si nos equivocamos recordar que hay que perdonar setenta veces siete. Mt, 18,22 .
Así que ya sabes, si tienes algo por allí pendiente, es hora de perdonar o pedir perdón. Fácil no es, pero sí sí necesario. Te animo a que busques reconciliarte con Dios primero y Él te dará la gracia para perdonar o pedir perdón en cada momento. No olvides que en los sacramentos encontraremos esos “poderes” especiales para hacer bien lo que nos cuesta.
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