Hace tiempo un alumno de las clases de confirmación me dijo que le gustaría saber más acerca de la coherencia del cristiano. Quería entender cómo es que cientos de hombres y mujeres fueron capaces de convertir al cristianismo a todo el Imperio Romano sin otra arma que su fe. Hoy quisiera compartir contigo tres consejos que quizás te ayuden a seguir el ejemplo de los primeros cristianos y ser más coherente.
1. VIVE COMO PIENSAS:
En la antigua Roma los primeros cristianos dieron gran testimonio de fe al morir en el Coliseo. Sin embargo, su ejemplo de vida no se limitó a una muerte admirable. Los testimonios de la época nos dicen que eran hombres responsables, honrados, que vivían lo que Cristo había predicado con su palabra y con su vida. Eran hombres coherentes, que vivían como pensaban, y a donde quiera que fueran se les reconocía como cristianos, sin necesidad de hacer cosas raras, sencillamente haciendo bien su trabajo y viviendo la caridad. Vivir lo que pensaban en el día a día, les dio la fortaleza para morir por lo que creían.
Hoy en día a veces nos empeñamos en no vivir como pensamos, en no ser nosotros mismos, por miedo al qué dirán; pero al final terminamos siendo hombres infelices, incapaces de mejorar las cosas, de mirar alto, y de hacer que otros se propongan grandes cosas. Nuestro siglo XXI carece de heroísmo, pues carece de hombres coherentes.
2. APRENDE A DECIR QUE NO
Más allá de la fortaleza a la hora de la muerte, los primeros cristianos fueron hombres que supieron decir que no. No es extraño que Tvztan Todorov, pensador del siglo XXI, también haya reconocido esto en su libro “Insumisos”, compuesto por biografías de “hombres heroicos”, que fueron héroes porque se atrevieron a ir contracorriente.
“Todo hombre que sabe lo que vale, pone un muro entre él y las cosas que no valen” (A. D. Sertillanges).
Finalmente cabe decir que la coherencia no es sólo un tema para cristianos. Lo que ha tenido en común todo héroe, nos dirá Gerardo Castillo en su libro “La forja de un héroe”, es que han creído en algo, no necesariamente religioso, y han luchado por vivir como piensan, siendo coherentes con ello.
Por eso un último consejo es CONFÍA, pues todo hombre justo, que se cae y se levanta, sabe que por sus propias fuerzas no podrá alcanzar grandes ideales. CONFÍA EN TI MISMO, a través del ejercicio de las virtudes que te dará la seguridad de hacer las cosas bien, de hacerte capaz de alcanzar los proyectos de vida que te propones (a pesar de los aparentes fracasos). CONFÍA EN LOS DEMÁS, que te darán el apoyo para conocerte a ti mismo y para dar lo mejor de ti. Y, lo más importante, seas cristiano o no lo seas, CONFÍA EN LA VERDAD CON V MAYÚSCULA, a la que todo hombre aspira, sé humilde y reconoce que no eres dueño del mundo. Solo no puedes nada.
El camino en la tierra de todo hombre excelente ha sido escoger lo mejor para sí, poniendo su vida al servicio de la Verdad que, como dirá San Agustín, será lo mismo que ir en busca de Dios, pues “nuestro corazón andará inquieto hasta que lo encuentre a Él”.
Parece un camino difícil, pero es cuestión de entrenamiento, es cuestión de enamorarse:
“No lo dejes y te enamorarás. Enamórate y no lo dejarás” (San Josemaría Escrivá).
Podemos comenzar por tener confianza, por pedir ayuda… ¿Te atreves?
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